Dodge Charger EV: ¿Músculo de verdad o fantasma del pasado?

Nunca he tenido un Dodge en mi garaje. Ni un Hellcat, ni un Charger, ni un Challenger. Pero eso no significa que no haya sentido admiración por esa escuela americana del músculo desbordado y del torque violento e inagotable.

Sin embargo, al ponerme al volante del nuevo Scat Pack EV, me encontré con algo que no esperaba: la ausencia de sensaciones auténticas, de esa conexión visceral que define a un verdadero muscle car.

Sí, es rápido. Sí, impresiona. Pero… ¿qué se siente? ¿Dónde está ese nervio que te recorre la espalda cuando pones la segunda a fondo en un V8 furioso? El Charger EV empuja con violencia, pero lo hace con una precisión quirúrgica que lo aleja del caos encantador que hizo grande a sus antecesores. No hay vibración, no hay olor, no hay drama. Todo está ahí, en la ficha técnica… pero no siempre lo sentís al volante.

No se trata de nostalgia por la gasolina. Se trata de emociones, de piel de gallina, de esa sensación de estar domando algo casi salvaje. Y aunque Dodge ha intentado replicar esa alma con sonido sintético y modos de manejo, lo cierto es que al cerrar la puerta y arrancar, todo se siente un poco demasiado artificial.

Potencia sin excusas

Si hablamos de músculo, el nuevo Charger no decepciona. Con 670 hp y 627 lb-pie de torque (gracias al Power Shot de 40 hp), este auto deja en ridículo los tiempos del pasado: 0 a 60 mph en solo 3.2 segundos y un cuarto de milla en 11.5 segundos a 120.5 mph. Y lo mejor: cualquiera puede repetir esos números sin ser un maestro del launch control. Aquí no hay carburadores que limpiar ni bujías que se ahogan. Esto es músculo del siglo XXI, sin humo… literalmente.

El rugido del silencio

Para los más puristas, la ausencia del clásico bramido HEMI puede parecer una herejía. Pero Dodge quiso llenar ese vacío con el Fratzonic Chambered Exhaust, un sistema de sonido falso que emula un V8 al ralentí con una fidelidad sorprendente. Sí, es un gimmick. Pero también es una sonrisa culpable. Cuando el Charger se “enciende” y ruge sin tener un motor real, te atrapa con una vibra mezcla de Mad Max y Tron.

Entre nostalgia y disonancia

El diseño del Charger EV intenta rendir homenaje a todas las generaciones pasadas: el fastback del ‘66, los hombros anchos del ‘68, las curvas del ‘71 y hasta detalles del modelo 2006. A primera vista es imponente. Pero al mirarlo con detenimiento, hay proporciones que desconciertan: una distancia entre ejes excesiva para un coupé, salpicaderas delanteras más altas que las traseras, y líneas suaves que a veces lo hacen parecer más grand tourer que muscle car. Es grande, casi desproporcionado, y no tiene el equilibrio visual inmediato que ofrecía el Challenger moderno.

Interior: El verdadero salto evolutivo

La cabina es, sin duda, el punto más fuerte del nuevo Charger. Pantalla digital de 12.3”, Uconnect 5 con Apple CarPlay/Android Auto inalámbricos, iluminación ambiental tipo Tron, detalles en fibra de carbono y una reinterpretación del clásico “pistol grip” Mopar en la palanca de cambios. El volante cuadrado recuerda los “squircles” de los 60, y hay espacio de sobra atrás gracias a sus enormes dimensiones. Eso sí, los paneles que vibran durante el “encendido” generan dudas sobre la calidad a largo plazo.

Comportamiento: Entre lo bestial y lo predecible

Con tracción total y suspensión adaptativa, este Charger EV pone la potencia al suelo como nunca lo hizo un Hellcat. En aceleraciones entre 30 y 80 mph, te hunde en el asiento con violencia. Pero al buscar curvas… el panorama cambia. El peso (casi 5,800 libras) se hace notar, el subviraje llega antes de lo esperado, y el auto no es ágil en tramos técnicos. Tampoco hay mucha diversión trasera, salvo que entres al menú de Race Options y actives el modo Donut. No es precisamente plug & play.

Autonomía: El talón de Aquiles

Aquí es donde el Charger flaquea. Su rango oficial es de 241 millas, que se reducen a 216 con neumáticos de verano. En una prueba real a 70 mph, solo alcanzó 185 millas. Y cargar no es rápido: con su arquitectura de 400 voltios (cuando muchos rivales ya usan 800), tardó más de una hora en recuperar 166 millas. Una pausa larga para un viaje corto.

Burnouts prohibidos

Sí, intentamos hacer un burnout. No, no pudimos. Ni en Donut Mode. Y eso, para un Dodge, duele. Dodge promete que el futuro Charger SRT con arquitectura de 800V sí podrá freír neumáticos, pero este Scat Pack eléctrico… no tanto. Y un muscle car que no quema caucho… ¿lo es realmente?

¿Es un verdadero muscle car?

Depende a quién le preguntes. Para muchos, si no hay V8, no hay muscle. Pero si nos remontamos a los 60, lo que definía a estos autos era simple: potencia bruta, actitud desfachatada, y más torque que sentido común. Bajo esa lógica, el nuevo Charger cumple. No es un sucesor emocional del Hellcat, pero sí redefine qué significa un muscle car en 2025. Es rápido, es audaz, y aunque no es perfecto, abre la puerta para una nueva generación de Mopar lovers.

Nuestro veredicto final

El Charger Daytona Scat Pack EV es un experimento valiente, un ejercicio de nostalgia moderna con alma digital. No reemplaza al Hellcat en espíritu, pero sí redefine qué significa un muscle car en 2025. Es rápido, es audaz, y aunque no es perfecto, abre la puerta para una nueva generación de Mopar lovers

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *